En la quinta resolución vinculada a la suspensión de las actividades por la pandemia de coronavirus, el rector de la UNT, José García, firmaba la extensión de la cuarentena en la casa de estudios. Pero en esa norma, por primera vez, indicaba lo siguiente: “en caso de que se estime oportuno desarrollar actividades docentes, de extensión o de investigación bajo modalidades virtuales -no presenciales- se recomienda tener en cuenta, en cada caso, las posibilidades de acceso y conectividad de docentes y estudiantes”. Además, se exhortaba a garantizarles el apoyo y el acompañamiento necesarios, con un criterio inclusivo y de equidad.
Para el 9 de abril, cuando se oficializó esa nueva extensión de las medidas preventivas, ya era más que evidente que el acceso a la tecnología y la conectividad no era una cuestión pareja entre los estudiantes, sino más bien todo lo contrario: una (nueva) y gran brecha entre las oportunidades de unos y de otros para seguir con el cursado. En principio, quien no tuviera una computadora con internet, sencillamente no iba a poder avanzar en sus estudios. Es por eso que la resolución rectoral llamaba a la flexibilidad de las exigencias.
A casi dos meses de esa fecha, las diferencias no han hecho más que profundizarse. Rápidos de reflejos, dirigentes estudiantiles pusieron en marcha un relevamiento en la Quinta Agronómica para aproximarse con más claridad a esa grieta entre los compañeros.
“Lo que hay en común entre las carreras, las Facultades, e incluso universidades de otras provincias con las que estamos en contacto, es la incertidumbre de saber quiénes y cuántos son los que quedan fuera de este proceso de virtualización de la educación”, explica Luis Álvarez, consejero superior estudiantil de la Facultad de Arquitectura y miembro de la agrupación Zuncho, que impulsó el relevamiento en la Quinta. Allí se dictan materias de seis Facultades de la UNT: Arquitectura, Económicas, Exactas, Derecho, Medicina y Agronomía.
De los casi 1.000 estudiantes que respondieron el cuestionario virtual anónimo, el 17% respondió que no cuenta con la conectividad adecuada para el cursado virtual. Pero otra de las preguntas fue todavía más alarmante: el 44% respondió que conoce a algún compañero que no tiene acceso a ningún medio para tomar clases virtuales.
“Pero también sabemos que muchos están quedando afuera y no nos estamos ni enterando, porque no participaron de la encuesta y porque la gran mayoría de los encuestados son de Arquitectura, una carrera de por sí excluyente por sus costos, y en la que sí o sí necesitás una computadora para cursar. Entonces, en otras carreras las desigualdades deben ser aún mayores”, advierte el dirigente.
Pero también incluye
Según cada carrera, estudiantes y docentes se tuvieron que acomodar a las apuradas para las nuevas clases no presenciales. Campus virtuales, aulas virtuales, trabajos prácticos enviados por WhatsApp son algunas de las herramientas que están usando para avanzar, dentro de lo posible, con el cursado de las materias. Y así como este proceso expuso desigualdades entre estudiantes, también abrió ventanas de inclusión.
“En un principio yo era pesimista respecto del cursado virtual, porque pensaba que era más excluyente que inclusivo, que dejaba afuera a muchos compañeros. Incluso en familias con internet y computadora, si hay una sola computadora y varios hijos que la usan, es complicado. Eso, sumado a que fuera del área metropolitana de Tucumán el wi-fi no es bueno... pensaba que no iba a funcionar”, cuenta Agustina Ramón, de Arquitectura, acerca de un debate que se abrió en la universidad durante la cuarentena.
El cursado virtual, así como deja afuera a quienes no tienen acceso a internet, a una computadora, o a un teléfono potente, también podría ser una ventana para incluir a aquellas personas que por distintos motivos no estudian o abandonan la universidad: gastos de transporte, alojamiento para quienes vienen del interior, la imposibilidad de trabajar para ajustarse a los horarios de clase son algunos de los costos que implica seguir una carrera universitaria. Lo que se preguntan los estudiantes es, entonces, si esta modalidad, o un sistema mixto, no debiera ser uno de los cambios traídos por la pandemia que deban conservarse.
“Nosotros creemos que es una ventaja que debemos aprovechar, que los docentes comprobaron que para muchas cosas sí funciona. Creemos que tenemos que adoptar ese aprendizaje de las clases virtuales, de la posibilidad de dejar una clase grabada y subida para que cada uno la tome en el horario que pueda, por ejemplo. Son flexibilidades que a muchos estudiantes le vendrían muy bien y que los ayudaría a continuar con sus estudios”, analiza Ramón.
El mismo debate se ha instalado en Filosofía y Letras. “La pandemia ha visibilizado muchas brechas en todos los ámbitos, y por supuesto en la universidad también. Pero la virtualidad también ha traído una flexibilización que a muchos les ha permitido cursar materias que de modo presencial no hubiesen podido, generalmente porque tienen que trabajar. Claro que tenemos que sentarnos a discutir las condiciones, el rol de la universidad en esta crisis y cómo asegurar la permanencia, que la conectividad no sea motivo de dejar la facultad”, señala Guadalupe Fernández, presidenta del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras y estudiante de Ciencias de la Educación.
Exigencias pospandemia
Flexibilización para este año atípico, pero también para los años que vienen, y un análisis profundo de las brechas de acceso a la tecnología y la conectividad son los pedidos y serán las exigencias de los estudiantes universitarios en la pospandemia. También que se adopten todas las herramientas que permitan incluir más estudiantes. El objetivo, coinciden, es evitar la deserción por cuestiones económicas. Y el análisis tendrá que ser necesariamente por carrera.
“Nosotros, en el caso de Medicina, tenemos un gran porcentaje del cursado práctico, no hay manera de suplantarlo con la virtualidad. Pedimos, para adelantar contenidos y para no perder el año, que los teóricos nos los dicten de manera virtual para no quedarnos quietos, pero comenzamos el 20 de mayo y recién estamos adaptándonos”, detalló por su lado José Bulacios, consejero directivo de la Facultad de Medicina.
“La pandemia ha exacerbado las desigualdades que ya existían y la única manera de no excluir gente va a ser flexibilizar lo que se pueda flexibilizar, con predisposición de todas las partes”, analizó.